Biografías no autorizadas
![]() |
Carmen Ordóñez en la boda de su hijo Francisco con la Duquesa de Montoro, |
Por Ana Alejandre
La
vida de los famosos se ha convertido en un productivo negocio para las cadenas
de televisión, la llamada prensa rosa y los “comentaristas” de todo pelaje que
viven a costa de explotar las intimidades de aquellos personajes del mundo de
la farándula, el cine, el deporte o del toreo, sin olvidar a la aristocracia y
al mundo de las finanzas.
Todo
el negocio montado a costa de exhibir públicamente, y muchas veces sin la
autorización de los propios interesados que ven expuesta su vida íntima ante la
vista de todos -mucho más que la profesional que parece no importar demasiado a
quienes se lucran con ello-, está resultando un filón para los profesionales
del llamado “mundo del corazón”, por lo que compiten las cadenas de televisión,
las revistas del corazón (aunque habría que llamarlas más bien de las partes
íntimas) y los propios periodistas –algunos de ellos titulados en Periodismo,
lo que es poco frecuente, a pesar de lo conocido de algunos de los nombres que
pululan por las televisiones con el marchamo de “periodistas”- convirtiéndose
en feroces competidores que están dispuestos a conseguir a dentelladas, aunque
sean morales, las últimas “noticias” por pueril que sea: operación de cirugía
estética, viaje de vacaciones, estreno de casa o cambio de look del famoso de turno, lo que le supondría a unos y a otros
ingresos cuantiosos y a los “comentaristas” de turno la renovación del contrato
con la cadena de televisión con la que colabora en los programas de cotilleos
en los que colaboran con tan importantes informaciones a debatir que ofrecen
después altos índices de audiencia y fuertes ingresos publicitarios.
El
problema no existiría si siempre que un programa de televisión o revista
ofreciera la biografía del corazón de cada personaje con la correspondiente
autorización del mismo, pero no siempre es así, y de esta forma los
responsables de dichas informaciones “biográficas” conculcan en muchas
ocasiones el derecho a la intimidad, al honor y a la propia imagen de los
biografiados en contra de su voluntad, hechos que propician muchas querellas
ante los tribunales de quienes ven exhibida su supuesta intimidad sin su
consentimiento y, lo que es peor, para muchos de ellos, sin el cobro de una
suculenta suma de dinero que paliaría los perjuicios causados por las
informaciones vertidas en dichos programas o noticias de la prensa.
No
hay que olvidar que “el mundo del corazón” mueve muchos millones de euros al
año, y los protagonistas de las vidas biografiadas son los que, generalmente,
no cobran nada por este concepto – a excepción de las exclusivas dadas a la
prensa y en la que la información ofrecida está pactada previa y
contractualmente-, y esto siempre es una fuente de indignación para los
interesados que ven expuesta la mercancía de su vida a cambio de nada.
![]() |
Isabel Pantoja y Julián Muñoz |
Programas
como Hormigas Blancas, Enemigos íntimos, Salsa Rosa, e incluso La noria,
todos ellos de Tele 5 que es una máquina de crear programas en los que
prima la oferta de vidas expuestas y abiertas en canal, sin olvidar al también
desaparecido Dónde estás, corazón cuyos
colaboradores han pasado en gran parte a Tele 5 que ha fagocitado el contenido
morboso de dichos programas, han recibido multitud de querellas por parte de
los afectados por las informaciones vertidas en ellos, verdaderas o falsas,
pero sobre todo porque la mercancía exhibida y vendida por dichos programas le
proporcionaba beneficios sólo a sus productoras y los colaboradores de los
mismos, pero no al propio interesado que se encontraba después con el trasero
al aire delante de la opinión pública y sintiendo, además, que es siempre lo
más difícil de aceptar y provoca sarpullidos mentales al comprobar que del
pingüe negocio queda siempre al margen y con resultados negativos para su
propia imagen.
![]() |
Rocío Jurcal y Junior |
A
nadie, por famoso o desconocido que sea, le gusta ver su intimidad expuesta
ante la opinión pública, aunque la información sea cierta o no; pero los que
viven de la imagen pública: artistas, deportistas, toreros, etc., son los más
perjudicados cuando el público llega a conocer la verdad que se esconde detrás
de un matrimonio aparentemente feliz y una familia bien avenida (caso de Rocío
Dúrcal y Junior, por citar sólo uno), una vida armónica e instalada en el éxito
y en la salud mental y física (Andrés Pajares y familia), la verdadera personalidad de quien es conocida
por ser la trágica figura de la viuda de un famoso torero reconvertida en una
implicada en un turbio asunto de corruptela y amores oscilantes y escandalosos
(caso de Isabel Pantoja), o la verdadera imagen de la figura quebradiza y
frágil de quien se debatía entre los amores fracasados y tormentosos, a caballo
entre los somníferos y la droga (Carmen Ordóñez).
Naturalmente,
hasta que los Tribunales sentencian si hay o no atentado al honor, la intimidad
-cuando no también condenan la
existencia de calumnias e injurias en las informaciones ofrecidas a la luz
pública-, ha pasado demasiado tiempo y los que ven sus vidas pendientes del
hilo de la murmuración y el juicio popular, cuando obtienen una sentencia
favorable, ya es demasiado tarde para poder recomponer su imagen anterior,
fuera verdadera o falsa, y eso se traduce en verdaderos perjuicios de todo
tipo, sin olvidar el económico, porque su caché baja a la misma velocidad que
las actuaciones, los discos vendidos o la afluencia de público a sus
respectivos espectáculos de la índole que fueren.
![]() |
Andres Pajares y familia |
España
es un Estado de Derecho y a la ley tenemos que someternos todos los ciudadanos,
como en cualquier país civilizado, aunque los españoles tenemos excesiva
propensión a interesarnos demasiado por las vidas ajenas, más allá de todo
límite razonable y prudente para entrar a saco en intimidades que, por serlo,
deberían seguir en el más estricto ámbito privado cerrado a las miradas ajenas
y curiosas. Esta peligrosa afición al cotilleo de vidas ajenas siempre termina
pasando factura a todos: profesionales de la información más o menos veraces
que terminan siendo víctimas de la propia dinámica que les termina convirtiendo
en sujetos de noticias y seguimiento por sus propios compañeros; famosos
implicados con los perjuicios consiguientes
antes apuntados, y el propio público que termina siendo también fagocitado por
esa fuerte tentación de ofrecer como mercancía bajo precio la propia intimidad,
la vida personal y, junto con ello y por ser un terreno sumamente resbaladizo,
la dignidad personal para conseguir un minuto de gloria –al que Andy Warhol se
refería al decir que todos tienen derecho a gozarlo-, unos ingresos extras a
costa de vender los detalles de su propia vida, sobre todo si ha tenido el
excitante gozo de haber compartido una noche, un momento o es vecino de un
famoso, famosillo o aspirante a serlo.
Por
eso, obtiene tanto éxito programas como Gran Hermano al que acuden miles de
aspirantes a los distintos castings, para conseguir entrar en un programa que
les dará notoriedad, dinero y sentirse “alguien” en sus vidas anodinas, a costa
de mostrar su verdadera imagen, su intimidad no siempre atrayente ante las
cámaras, aunque de dichas experiencias pocos salen indemnes y sí marcados de
por vida y no siempre favorablemente, como han referido algunos de sus concursantes,
porque cuando se baja el telón, se apagan las luces y se vuelve a la vida normal
ya no se es capaz de volver al anonimato de la muchedumbre, al trabajo sin
aspiraciones ni gusto, y pasar de nuevo a ser el mismo ser anodino, gris e
ignorado por todo ese público que antes seguía sus actuaciones en el programa
con la misma curiosidad con la que se contempla a unos animales en la jaula de
un zoológico.
El
peligro de cosificar a las personas y convertirlas en meros objetos de
espectáculo y negocio, es que el individuo pierde así su propia dignidad humana
y el derecho a su propia imagen para convertirse en un “producto” manufacturado
y vendido al mejor postor, según las crueles leyes del mercado y la demanda, y
cuando el personaje sustituye a la persona entonces ésta desaparece y queda
sólo una caricatura patética y desgarrada que se beneficia, aunque sólo al principio, de esta
mutación para darse cuenta, antes o después, que su verdadero yo, su propia
identidad personal ha quedado ya para siempre unida a la imagen que otros han
creado por servidumbre del negocio y de
lo que dicte la moda. Así, termina preguntándose ¿quién soy yo?, pregunta sin respuesta porque quien podría responderla, la opinión pública, hace tiempo que ha olvidado a ese rostro, a ese personaje circunstancial, y observa con igual curiosidad a otro espécimen de la extraña fauna de aspirantes a famosos o de quienes una vez lo fueron y cayeron del pedestal en el que estuvieron porque la expectación creada en torno a su figura, a su vida, real o imaginaria, quebró su imagen, dañándola para siempre y le dejó caer inerme porque ese juguete roto ya no le divertía.,